Vista hace fe: Adelaida en la Casa

Por Nahela Hechavarría

Los aniversarios son motivo de regocijo y más si sirven para homenajear a quienes de alguna forma han influido en otros, en uno mismo, por ejemplo,desde el magisterio, desde la crítica. El 90 aniversario de (la Dra.) Adelaida De Juan en este 2021 pandémico invita a revisar su obra, con tiempo, para reencontrar ese conjunto de textos del que varios volúmenes publicados han dado diversas perspectivas.

Aquellos que la conocieron desde las aulas, en los primeros pasos de su formación como futuros investigadoresde las artes (críticos o ensayistas, moldeándose a través de su Taller de crítica casi al final de la carrera) sabían de su rigurosidad con cada palabra escrita (el no dejar ideas al/en el aire). Su sagacidad para detectar erratas y desarrollar esa lectura transversal, analítica de cuanto texto caía en sus manos, hace que se le recuerde incluso al pasar los años, como una lectora veraz, comprometida. Lo supe a ciencia cierta cuando fungió como miembro del tribunal de mi tesis de licenciatura y poco después como oponente de mi tesis de Maestría, o luego cuando colaboré con textos para la revista Casa, su espacio editorial por excelencia.

La necesidad de asumir la escritura crítica como acción constructiva (generadora de conocimiento) antes que destructiva del hecho artístico, fue una de las enseñanzas que incorporé a sabiendas de que no siempre se logra ese tácito equilibrio entre lo que es la obra y lo que digo de ella. Aportar no siempre es fácil, pero se ha de intentarlo sin caer en lugares comunes, como tampoco inventarse ensoñaciones estériles, tautológicas, solipsistas, a veces enteramente divorciadas de su referente. Porque la crítica siempre ha de tener su foco en el referente: la obra, el artista, los procesos, los contextos.

En 2016, durante el congreso de la Asociación Internacional de Críticos de Arte AICA celebrado en La Habana, se le reconoció como figura pionera de la crítica artística nacional, de hecho De Juan ya pertenecía a esta asociación incluso antes de existir una sección cubana, que se creó gracias también a su impronta y de la que fue su presidenta fundadora. Igualmente, y por la labor de toda una vida dedicada a la investigación crítica recibiría el Premio Honorífico “Guy Pérez Cisneros”, así como el de Enseñanza Artística (2017). Estos y otros reconocimientos hablan de un quehacer fructífero, pero sobre todo de constancia y entrega al ejercicio intelectual por más de seis décadas.

Sin embargo, y ya centrándonos en su aporte dentro de los estudios sobre el arte latinoamericano-caribeño en Cuba, es insoslayable referirnos a su estrecha relación con la Casa de las Américas, no solo por compartir vida y creación con ese otro gran intelectual, luego presidente de la institución, Roberto Fernández Retamar, lo que debió influir en su gravitación inicial hacia (luego asunción definitiva de) esa Latinoamérica fragmentada y convulsa, rica en tradiciones y rupturas artísticas.

Desde que el No. 32 (1965)[1]de la revista Casa de las Américas publica su reseña “Figuras rioplatenses”, e inaugura la sección de “Artes Plásticas” junto a Edmundo Desnoes (que publicó un texto sobre el fotógrafo Paolo Gasparini), la revista incluiría de forma sostenida textos de su autoría sobre exposiciones y eventos de artes visuales de la institución desde los 60  hasta 2016. Y aunque inicialmente su voz fue casi predominante en el ejercicio crítico-artístico de la publicación después se sumarían con el paso del tiempo otros como Alejandro G. Alonso, Manuel López Oliva, Gerardo Mosquera, Nelson Herrera Ysla, o en mucha menor medida Rufo Caballero y Yolanda Wood.

Para los que trabajamos desde la curaduría y organización de exposiciones siempre es una preocupación cómo va a ser consumido y entendido el arte y el discurso del artista o colectivo de artistas que promocionamos, es decir, qué referencia documental quedará para futuras generaciones. Ha sido una fortuna que contáramos con una espectadora de semejante agudeza crítica, pues siguiendo su medio centenar de textos publicados en la revista Casa se cartografía el devenir de los principales procesos, movimientos artísticos y exponentes de la región, así como la obra de los hoy maestros que antes fueran creadores emergentes, cuyas donaciones enriquecieron (y enriquecen) la Colección Arte de Nuestra América Haydee Santamaría. El hecho de que veinte de los treinta y cuatro textos incluidos en Visto en la Casa de las Américas (versión ampliada de su volumen de 1978, En la Galería Latinoamericana) se hayan publicado en la revista de la institución, demuestra cómo el “medio es el mensaje” (M. McLuhan). La Casa, su revista homónima (y luego Anales del Caribe)[2] fueron por décadas el principal medio a través del cual Latinoamérica y el Caribe, su arte y cultura encontraron resonancias críticas y diálogos fructíferos con el lector cubano.

No es noticia que la intermitencia ha sido más bien la norma de las publicaciones impresas focalizadas en las artes visuales en Cuba, de ahí que los investigadores latinoamericanistas congregados en la Casa, la Universidad de La Habana y el Centro Wifredo Lam, no encuentren suficiente espacios para dar a conocer sus ensayos y/o reseñas críticas. Por otro lado, las diversas publicaciones (Artecubano, Gaceta de Cuba o Temas por solo citar las más constantes) han centrado demasiado su mirada en Cuba obviando (salvo en tiempos de Bienal) que la práctica artística nacional ha de contrastarse críticamente con otras producciones regionales/internacionales para su justa puesta en valor.

Sin embargo, la revista Casa, a pesar de no ser una publicación de artes visuales, pero con su sistematicidad rigurosa supo dar cabida por lo menos a buena parte de las notas críticas que sobre arte latinoamericano desarrollara Adelaida a lo largo de su vida, resultando en una relación simbiótica que analizada en el tiempo define no solo la historia de las relaciones de la Casa con los artistas, el cómo sirvió de nexo, espacio de visibilización y solidaridad (eso que hoy llamamos la creación de “redes de artistas” y que fueron propiciadas desde estos mismos predios), si no también porque abrió líneas de investigación sobre el arte de la región que han sido luego revisadas, replanteadas en tesis de licenciatura y maestría posteriores.

La labor crítica, esa que se ejerce sistemáticamente, va agudizando su ojo, y desbrozando caminos para los demás, como los del estudio del arte caribeño (Adelaida fungió como Asesora del Centro de Estudios del Caribe creado a finales de los 70 justo luego que participara como crítica invitada en los dos últimos Encuentros de Plástica Latinoamericana de 1976 y 1979 en la Casa, que tuvieron una fuerte presencia caribeña). Su ensayo África en la plástica caribeña intersecta dos campos de investigación, vastos y específicos a un tiempo, que aún hoy siguen desarrollándose desde el Programa de Estudio de los Afrodescendientes en América y el propio Centro de Estudios del Caribe de la Casa; pero también su análisis de eventos como las llamadas Exposiciones de La Habana (ver artículoTres años de la Exposición de La Habana y Grabados en la Casa), o su texto Leyendo ensayos fotográficos donde examina la fotografía y la imagen de lo latinoamericano dentro del Premio de Fotografía Contemporánea /Ensayo Fotográfico que la Casa realizara en 1987 y  que convocó por dos décadas. Del grabado, la fotografía, la pintura, la escultura, el dibujo, la caricatura y el humor, al diseño gráfico, amplios fueron los alcances de su interés investigativo.

Así, en el universo ideotemático de su crítica muchas son las estrellas y constelaciones: Lea Lublín, José Gamarra, Rómulo Macció, Antonio Seguí, Vicente Rojo, Roberto Matta, Arthur Luiz Piza, Antonio Berni, Mariano Rodríguez, Julio Le Parc, Rodolfo Krasno, Edgar Negret, Amelia Peláez, Frida Kahlo, Francisco Toledo, Manuel Felguérez, José Luis Cuevas entre otros, como también monográficos por países (Cuba, Colombia, México, Venezuela, Jamaica…), valoraciones de la recepción de movimientos como el Muralismo Mexicano, el Arte Óptico-Cinético o la Nueva Figuración latinoamericana.

De las cientos de exposiciones que la Casa realizó, Adelaida fue vista en muchas de ellas, aún en sus últimos años, con la mirada atenta y la misma pasión por conocer. Tantas de sus críticas −como aquella última publicada en la revista Casa en 2016 por el Año del Dibujo, titulada “La Casa, el dibujo y Quino”− ponen de manifiesto su lugar preferido de producción/enunciación: la Casa, Cuba y Latinoamérica, un triángulo de luz y conocimiento. Su labor crítica fue/está obviamente “situada” en un espacio y contextos concretos. Ese “conocimiento situado” (Donna Haraway) en el que el objeto de estudio evidencia desde dónde se habla, un posicionamiento político-cultural que en Adelaida también acusó su ser mujer, profesora, investigadora, ha servido de guía a otro/as tanto/as iniciado/as en la magna tarea de nombrar, (de)codificar, historiar, valorar en fin, la diversidad de prácticas artísticas de la región latinoamericana-caribeña en que vivimos. Sean estas líneas pues expresión de sentido reconocimiento.


[1] No fue en 1966 que aparece su primera crítica en la revista Bohemia como referencia Ecured, si no antes y definitivamente esta reseña de 1965 lo demuestra.

[2] Y desde 2003, también la revista digital Arteamérica (www.arteamerica.cu ) se ha sumado como espacio de socialización de investigaciones disímiles, así como da cuenta del programa exhibitivo de la Casa. 

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