Por: Dayana Mesa Giralt

Como un refugio donde guarecernos de las tormentas personales y colectivas, como una voz diciendo lo que otras no se atreverían, como un estallido de reclamos y emociones, sentidas, extraordinarias, así se quedaron flotando los versos de Ana Castillo en la Casa de las Américas.
Envuelta, quizá sin proponérselo, en un halo de misterio, fuerza y sensibilidad, Ana compartió sus versos en la sala Manuel Galich, primero en inglés y luego al español; traducción que amablemente la también dramaturga, investigadora, artista visual y académica chicana realizó para su primera visita a la Casa.
Antes de comenzar su lectura, la también considerada un referente del activismo social y feminista, dijo que al fin cumplía el anhelo de visitar la Casa de las Américas, después de desearlo durante tanto tiempo, a lo largo de “sus cincuenta años escribiendo”.

Ana Castillo escogió tres de los poemas que aparecen en su más reciente publicación My book of the dead, volumen que confesó haber comenzado a escribir en 2015 y terminarlo en 2020.
Muchas de los poemas que aparecen en este libro fueron dedicados a personas a las cuales admiraba: activistas chicanos, representantes del movimiento afroamericano, indígenas de la Amazonía.
Su propuesta toda es un llamado de atención, desde el poder para despertarnos que puede tener la poesía, ante los desafíos actuales que enfrenta la sociedad, como la violencia, el cambio climático, el racismo, la discriminación, las fronteras de lo humano y lo social.
“A veces escribo poemas en la voz de las personas”, afirmó antes de recitar «La Amazonía se está quemando», dedicado a una mujer cacique y a la creencia ancestral de estos pueblos de que la mariposa sostiene el planeta en el universo. “Cantamos y danzamos en alabanza a la mariposa azul, translúcida, alas doradas” … es el inicio de un poema que no es complaciente, que habla de las tradiciones del pueblo wayapi, del destrozo de la Amazonía y la indiferencia del gobierno de Jair Bolsonaro ante los incendios que arrasaron numerosas hectáreas de tierra y pusieron en peligro el equilibrio de todo este ecosistema. Versos en los que se imbrican tradición y actualidad, y los dolores de siempre.

Los otros dos poemas leídos por Ana Castillo evocaron al poeta, músico y activista político nativo americano, John Trudell, fallecido en 2015; y a la poeta afroamericana estadounidense Akilah Oliver, quien escribiera en vida dos libros: Un brindis en la casa de los amigos (2009) y Ella dijo diálogos: memoria carne (1999).
Sobre esta última Ana lamentó no haberla conocido personalmente, pero afirmó que luego de acercarse a su obra poética y a su vida, encontró muchos puntos en común con su propia trayectoria de vida y profesional, y admiró su fortaleza ante la muerte de su hijo y el interés con el cual defendió siempre a la comunidad negra en los Estados Unidos.
Participaron además en la mesa la directora del Programa de Estudios de la Mujer de la Casa de las Américas, Luisa Campuzano, y la Doctora Jane Hseu, Jefa del Departamento de Inglés de la Dominican University, quienes desde sus respectivas ópticas alabaron el trabajo creativo de Ana Castillo, una de las referentes de la literatura chicana en los Estados Unidos.
Como parte de su visita a la Casa de las Américas, Ana Castillo donó a la biblioteca de nuestra institución un grupo de su libros para que puedan ser consultados por investigadores, estudiantes y lectores en general.
